Estofado a la Behobia


Este fin de semana vamos a preparar uno de los mejores platos de temporada que los entendidos en la materia pueden degustar.

Se trata de un plato en el que se utilizan las mejores materias primas de diversas zonas de la península e incluso de fuera de nuestras fronteras que imprimen a esta preparación una mezcla de sabor que potencia la calidad de esta receta.

El secreto principal para este plato se concentra en su alto contenido de ilusión y su facilidad de preparación ya que los ingredientes mismos son los que van a marcar las diferentes formas de cocción y elaboración. Si a esto le unimos un entorno y una calidad de los utensilios para su elaboración inmejorables, nos encontramos con uno de los mejores platos que el Club ha preparado en mucho tiempo.

Vamos a poner en el fuego ganas de viajar, ilusión, aventuras, unidad de grupo y, sobre todo, fuerza para digerir y expulsar los malos platos que tenemos encima de nuestra mesa últimamente.

Ingredientes

Para el viaje

  • Dos furgonetas de alquiler
  • Plan de viaje
  • Ganas de pasarlo bien.

Para el cocinado

  • Toque femenino: Cristina, Elena, Laura, Raquel, Silvia y Sonia
  • Toque masculino: Javito, Jorge, Koki, Luis, Marcos, Mario, Martín, Oscar, Panti, Rober, Sergio G y Sergio S

Preparación

Cogemos, a primera hora de la mañana si es posible, dos furgonetas de alquiler a las que previamente les habremos dedicado 45 minutos de papeleo que, lejos de mermar los ánimos, tras una primera bajada de temperatura corporal por el relente de la mañana, intensificó las ganas de empezar la preparación.

Una vez el fuego encendido y ya con las ganas en ebullición, vamos a recoger las unidades faltantes de integración y nos disponemos a hervir los componentes a fuego lento durante unas 5 horas aproximadamente.

Una vez finalizado este tiempo, llegaremos al impresionante caserío Bizkar ubicado en el Parque Natural de Pagoeta, municipio de Aia, donde además de unas increíbles vistas 360º del Parque Natural, podremos visualizar el mar al fondo del valle.

Previamente habrán llegado Martín y Mario para ir preparando la barbacoa con la que iniciaremos el extraordinario fin de semana en Donostia. Con este menaje, estamos en condiciones de convencer al más escéptico y de asegurar la segregación gástrica al más inapetente.

Tras la comida, sobremesa donde debatiremos sobre lo divino y lo humano y sesión de fotos cansinas (en estos eventos siempre hay alguien que se le ocurre hacer algo chorra y a lo que los demás acceden por darle un capricho al abuelo), y un paseo por la zona para estirar un poco las piernas y hacer hambre para la cena.

A pesar del magnífico entorno y las ganas de fiesta que pudiera imbuirnos Tony Manero, este sábado conllevará algo de vida monástica, sacrificio y recogimiento si queremos estar a la altura de nuestro objetivo al día siguiente.
Para la cena, nos encomendaremos a una abundante olla de macarrones que, aunque suene algo aburrido son ideales para acompañar los glicéridos, triglicéridos y todo aquel proceso que termine en “osa”, “ico” o “ina” pero que ayudará a nuestro sistema digestivo y metabolismo a funcionar sin sorpresas.

Tras la terminación de la pasta y con todo esto en ebullición, la noche tempranera nos retirará a preparar zapatillas, calcetines, pantalones y camisetas. Geles, tiritas, esparadrapos, impermeables, bolsas de ropa y maletas de equipaje. Una preparación, en apariencia monótona, pero que servirá para establecer el espacio preliminar imaginario del que a veces se habla, pero nadie confiesa haber probado y en el que los corredores imaginan ritmos, velocidades y respiraciones nunca antes soñados.

Cuando el sueño es volátil, los despertadores son madrugadores. No es una cuestión de sueño, es algo más terrenal, más humano, más de “si va a pasar, que empiece a pasar ya”.

Muy temprano, se deben sacar los ingredientes de su zona de comodidad y trasladarlos al horno. Este proceso se realiza, por las propias circunstancias del plato, cogiendo las furgonetas y dirigiéndose a la estación de metro de Loyola, donde serán aparcadas para más tarde.

Todos los ingredientes, deberán vivir la experiencia traumática que toda morcilla vive cuando está siendo embutida. Entrar en un tren un día de carrera a primera hora de la mañana es una experiencia no apta para hipocondriacos sin mascarilla, personas con órdenes de alejamiento (si son órdenes de acercamiento, pues no), y corredores con el tiempo justo para llegar al ropero.

Una vez cocidos a fuego lento y en cercanía durante 8-9 paradas aproximadamente, los ingredientes saldrán del tren (ojo al abrir las puertas por aquello de la presión), y se prepararán para caminar un par de kilómetros hasta la zona del ropero. Esta zona se caracteriza por estar repleta de otros ingredientes (para otros platos), pero vinculantes con el resultado ya que están aquí para lo mismo que nosotros, disfrutar.

Los diferentes ingredientes, dependiendo de su composición, se introducen en el horno a diferentes horas debido a sus tiempos de preparación. Los márgenes horarios son amplios y están separados por colores.
Nunca deberemos meter uno de los colores en el horno antes del horario marcado porque serán separados automáticamente. La calidad del plato no admite errores ni descaros.

¡Plato rico, rico!

Sobre los checks de horneado durante la cocción resaltan de manera significativa:

  • Km 1 > 5 Toboganes hasta Gaintxurizketa. Fuego medio. Regulando subidas
  • Km 5 > 7 Gaintxurizketa. Fuego bajo. Muy regulado.
  • Km 7 > 12 Gaintxurizketa. Fuego fuerte. Alto pero regulado.
  • Km 12 > 16 Capuchinos. Duro. Fuego bajo. Pasaia y Buenavista. Fuego alto.
  • Km 16 Miracruz. Fuego bajo. Muy regulado
  • Km 17 > 19 Zurriola. Fuego alto.
  • Km 20 Ponte un vermuth y a disfrutar

Una vez terminado el horneado, siempre hay posibilidades de que alguna zona del plato queda chamuscada. Se arregla fácilmente una vez cruzada la línea de meta cuando el laurel rodee el cuello y la sonrisa te hace olvidar que se te fue la mano con la sal.

Postres

Todo buen plato que se precie, debe ir acompañado de un buen maridaje y por supuesto el toque dulce que sirve de colofón a una buena receta.
Para ello, seleccionamos un buen entorno tipo Sidrería Astarbe en Donostia donde olvidaremos el concepto divino para adéntranos en algo más humano que reconforte el cuerpo, alegre el estómago e ilumine los ojos con la chispa de la sidra madre.

Si, además, contamos con las esencias afrutadas y dulces de las mieles de la gloria, el fin de fiesta rozará el esplendor de las mejores celebraciones. Esas celebraciones que aun siendo modestas resultan enormes porque se hacen con naturalidad, con cariño, con cercanía, con ganas de compartir y con muchas más ganas de querer.

Para terminar esta receta, solo me queda agradeceros a todos/as vuestra participación y compañía. Hemos pasado un fin de semana increíble que espero sea el primero de muchos más, y a Roberto recordarle que es un ejemplo para tod@s, que es un orgullo estar en esta “cocina” y que, de corazón, te digo: ¡Rober, oso ondo txapeldum!


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